El piso siempre estaba frÃo y solo habÃa una cama en un tráiler, de 20 pies, que albergó a la familia Fernández, por cuatro meses, en Bridgeport, , al perder su casa.
Para encender el calentador –algunos dÃas–, debÃan comprar dos tanques de propano, contando solo con sus pocos ahorros al enfrentar los altos costos de una cirugÃa de su hija, a quien le habÃan diagnosticado un tumor en la cabeza.
“E²õ³Ù³Ü±¹¾±³¾´Ç²õ en las calles por cuatro meses. Vendimos el tráiler por $500 a otra persona sin hogar. TenÃa solo una cama. Eso era todo. Si tenÃamos que ir al baño, tenÃamos que pedir prestado el baño a alguien más que vivÃa en la calleâ€, contó Ariel Fernández, en inglés, desde la sala de la casa de su madre boricua, convertida en el espacio para una nueva oportunidad para la familia.
Hace tres meses, él y su familia decidieron dejar atrás el frÃo para calentarse en Puerto Rico, en la finca de sus padres, ubicada entre las montañas de .
Con los ojos llorosos y mirando a sus hijos adolescentes y su esposa, Ariel pronunció: “Lo perdimos todoâ€.
La renta de su apartamento, en º£½Ç»»ÆÞ, ascendió de $1,800 a $3,200 en el último año. No pudieron pagarla más, por lo que tuvieron que adquirir el pequeño remolque, a $700, que “era terribleâ€, describió.
“Mi hija se enfermó. Ella tenÃa un tumor en la parte trasera de la cabeza y tuvieron que operarla por su tumor. En medio de eso, nos echaron de nuestra casa porque no podÃamos pagar el alquiler. Ambos (su esposa y él) trabajábamos y pagamos, pero era demasiadoâ€, narró.
En medio de las dificultades que enfrentaban, su padre –quien reside en Cayey– le habló de la finca en Aguas Buenas. No habÃa sido habitada desde 2016, cuando su madre falleció, y se encontraba llena de basura, pero era la alternativa más cercana a tener un techo seguro.
“Nos movimos aquà y dejamos todo. Abandonamos nuestros carros y vendimos algunas pertenencias y otras las enviamos, porque no podÃamos pagar para enviarlo todo. Cuando llegamos aquÃ, no tenÃamos nada. Gracias a Dios por mi papá, porque nos dejó quedarnos en una casa allà abajo, como un mes, mientras empezamos a arreglar esta casaâ€, compartió, al revivir los meses más difÃciles de su vida.
“¡Necesito mis manos!â€
A pesar de todas las labores que ha logrado hacer con su ingenio en poco tiempo para reconstruir el hogar, hace unos dÃas, Ariel sufrió lesiones graves en cuatro dedos. Precisó que le tuvieron que tomar 26 puntos de sutura, unir dos arterias y tiene daño severo en los nervios y tendones.
“Fue una pesadilla en el hospital. Mis dedos y mano estuvieron inactivos por un tiempo. ¡Necesito mis manos para terminar nuestra casa! Estoy muy triste ahora mismo, y no sé qué hacerâ€, publicó en su , en la que documenta las labores en la residencia.
El terrible accidente –con un machete que agarró por confusión– ocurrió dos semanas después de que El Nuevo DÃa visitara la residencia. Ariel dijo a este medio que necesitará algunas cirugÃas y mucha terapia para recuperarse, por lo que el trabajo en la casa irá más despacio.
“Estoy con mucho dolor, pero me estoy mejorando. Recuperándome por haber perdido mucha sangre. Necesito una cirugÃa para mi mano y mis dedosâ€, expresó el viernes, al preguntársele sobre su estado de salud luego del accidente.
Ariel habÃa perdido su trabajo en Estados Unidos. Sus hijos iban a una de las mejores escuelas en º£½Ç»»ÆÞ, pero debÃan irse para “no morir congeladosâ€. El padre dijo que todo el tiempo lloraba y estaba en depresión.
“Siempre, siempre, siempre, mi corazón sentÃa dolor al ver a mi familia en ese pequeño tráiler en medio del frÃo. Rompió mi corazón. Rompió todo en mÃ. Entonces, perdà mi trabajo y mi esposa era el único sustento, eso me hizo sentir peorâ€, lamentó, durante la visita.
Cuando le propuso a su esposa e hijos –quienes nunca habÃan pisado Puerto Rico– que se trasladaran juntos a la isla, ella –Wendi Fernández– respondió: “¡SÃ, vamos!â€.
Al sincerarse sobre su salud mental, Ariel comentó que el frÃo también congelaba y entristecÃa su corazón. “Cuando regresé aquÃ, ya no sentimos tanto dolor en nuestro corazón. Hay algo aquà que se siente bien, como si estuvieran en casa y están comenzando a sentirloâ€, destacó.
Legado para su madre
En su juventud, Ariel visitaba regularmente la isla para jugar en una liga de béisbol y se quedaba con sus tÃos y su padre. En 1987, el sueño de sus padres de tener un hogar en Puerto Rico comenzó a germinar con la compra de un terreno baldÃo en Aguas Buenas.
En 1996, comenzaron a construir la casa que su madre, Miriam Esther López Vásquez, nunca pudo ver completada, al fallecer en 2016. Su padre no pudo terminarla y, luego, la azotó el , en 2017.
Ariel desea reconstruir la vivienda en honor a su progenitora, cuyas cenizas aún guarda arriba de su nevera y busca depositarla en una planta de yuca, que era su favorita. Ya ubicó los muebles y demás enseres que han ido adquiriendo –mediante donaciones– en donde ella le contó que los colocarÃa, compartió.
“La casa estaba llena de basura, muchos colchones viejos, torres de gomas… Todos los cuartos estaban llenos de estas cosas. HabÃa como 50 puertas en todos lados por ninguna razónâ€, describió Ariel sobre el estado de la propiedad cuando llegó en marzo.
En el camino, se convirtió en carpintero, electricista, plomero, pintor, mecánico y en todo lo que ha necesitado su familia para arreglar la vieja estructura. El sistema pluvial estaba roto, pero tampoco fue impedimento para arreglarlo.
“Nunca antes habÃa hecho plomerÃa. Junté las tuberÃas y le puse pegamento. Lo hice todo. Seguà probándola y luego otra explotó, y luego probé otra de PVC, y puse otra lÃnea nueva. ¡Boom! (exclamó) y otra lÃnea explotó. Fue mucho trabajo. Para las luces, pusimos cables nuevos. No soy electricista. Nunca habÃa hecho eso, pero lo hiceâ€, contó.
Arregló, también, los agujeros de algunas paredes con concreto que compró y, junto a sus familiares, fueron rellenando. “Le pregunto a la gente por muchas cosas y me responden. Me encanta estar aquÃâ€, dijo sobre la consulta a sus vecinos, la mayorÃa contratistas.
Los servicios de electricidad y agua potable tampoco son estables. No les llega agua por tres dÃas a la semana, narraron. Sin embargo, insisten en que la vida aquà es mejor que en º£½Ç»»ÆÞ, donde la electricidad provenÃa cuando encontraban un enchufe en la casa de alguien más.
Wendi y Ariel están buscando trabajo, pero no han tenido la oportunidad de conseguir mientras avanzan en la rehabilitación de la finca. “Necesitamos ayuda para terminar la casaâ€, dijo el hombre, que también arregló un vehÃculo que les sirve un poco a movilizarse por el pueblo.
“Estamos tratando. Tratamos cada dÃa, pero es difÃcilâ€, subrayó.
Para su esposa, los meses viviendo en la isla han sido “sanadores†para todos en la familia, y acentuó el trato de los boricuas.
“Todo el mundo es muy amable y generoso, especialmente cuando voy a las tiendas. Usualmente, digo que me mude aquà y que mi esposo es de aquÃ, que es puertorriqueño. Personas se sienten felices de hablarme en inglés. Ha sido una gran experiencia. Amo las flores y los árboles y todo. La mayor diferencia es el clima y la actitud es mejor que en º£½Ç»»ÆÞ. Todo el mundo es más feliz aquÃâ€, destacó Wendi.
Ni ella ni sus hijos, Drew y Arabella, de 12 y 10 años, respectivamente, habÃan pisado el archipiélago antes de embarcarse en esta aventura de supervivencia. Su hija menor ya está mucho mejor tras sanar de la cirugÃa.
“Tengo buenos niños y, por eso, trabajo tan duro para mantenerlos en un lugar seguro. Mis hijos son muy buenos. Les enseñé cómo respetar a todo el mundo, cómo amar la escuela. Ellos aman aprenderâ€, recalcó Ariel, quien autodenominó su nuevo terreno como “Ari Landâ€.
“Las personas son realmente buenas. Siempre nos tratan amablemente y nos dicen, ‘mucho gusto’â€, declaró Drew, quien está aprendiendo español –por su cuenta–, y confÃa encontrar una escuela en Puerto Rico que lo acoja como su nueva casa.
“Es un nuevo comienzoâ€, replicó su padre sentado en un colchón en el que todos descansan por ahora y acariciando su perrita, que también migró a Puerto Rico.
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Para asistir a la familia Fernández, puede donar a la cuenta PayPal de Wendi Ellison, al (203) 343-6231.